jueves, 3 de marzo de 2011

Infante biensano

Recuerdo la casa de mi infancia
tal como a una vieja amante,
con el sabor del café en la boca,
con el aroma del perfume en el aire;
un tenue rayo de luz entra por mi ventana
y me deja ver las motas de polvo
que flotan con pereza.

Escucho el tic-tac de un reloj
cuyo péndulo rebota lento entre las horas
los minutos, los segundos,
y marca el momento en el que
hierve una sopa de champiñones;
mis padres vienen a llevarme,
puesto que,
aún no tengo la capacidad para hacerlo solo.

Hago chocar el metal con la cerámica,
el cristal con el labio,
la madera con el cristal,
y mi sinfonía es únicamente interrumpida
por la puerta;
alguien toca, es mi hermana
quien acaba de nacer
y trae con ella
todo tipo de regalos,
el lacio de su cabello
que asemeja una lira,
la ternura de sus sonidos,

el sentimiento maternal que termina por nacer,
y el universo entero
en su mirada.

Mientras llora,
camino por la casa
pidiendo perdón, permiso y silencio,
al reloj, a la sopa,
a cada cosa,
sólo para lograr 
silencio,
y calmar su llanto.

03 de Marzo del 2010

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